La cosa con crecer y vivir la navidad es que la mayoría de los regalos se los da uno mismo, lo cual nunca deja de ser encantador, pero definitivamente la sorpresa de una sorpresa no tiene precio.
Confieso que no soy la mejor regaladora del mundo, ni si quiera soy la mejor regaladora de mi casa. Y eso ya es bastante. Tampoco sé cómo mejorar esta ineptitud de mi parte. No pretendo hacer cursos de cómo mejorar mis habilidades para hacer regalos, sólo espero que algún día pueda ver más allá de mi nariz de papa y dar el mejor de los regalos a esos que amo profundamente.
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