19.7.13

Unlocking The Truth - Malcolm Brickhouse & Jarad Dawkins

¿Qué fuerza poderosa nos invita a movernos en función de algo que amamos sin contemplación?

Cuando comencé en el ballet tenía 9 años. Pero desde que tenía 6 meses bailaba en la cuna. Hoy por hoy bailo porque es de las pocas cosas que me hace bien y me reencuentran conmigo misma.  Algo difícil en estos días.

En las fiestas infantiles cada vez que habían concursos de baile, era yo quien ganaba, sin esfuerzos, natural, disfrutando el momento, sintiéndome viva.

Un día mamá me puso a ver tele y viendo una obra de ballet clásico me preguntó si me gustaba. Lo miré detenidamente y sin entender cómo era posible que bailaran así le dije sin dudar: sí. Lo siguiente que recuerdo es mamá mostrándome un aviso de periódico donde habían audiciones para ingresar a una famosa escuela. Audicioné y más nunca pude quitarme un leotard de encima.

Recuerdo que mi madre se obstinaba por que me saliera del ballet, porque no le paraba a más nada. El colegio era sólo un lugar para perder mi tiempo.
Después de días muy duros en el ballet, me quedaba dormida en mis clases regulares. No estudiaba lo suficiente y aún así jamás perdí un año. 

Llegar al teatro donde estaban las salas de ensayo era como llegar a casa. Me sentía en calma. No es fácil explicar cuán importante era mejorar, era lograr conseguir ser mejor. La competencia sí era con otros, pero mayormente conmigo misma. 
 
Por eso aplaudo a quienes consiguen su pasión y fortaleza, porque es la única forma de amarse a uno mismo y sentirse vivo.